Cuando viajamos a San Sebastián en seguida comprendemos que se trata de una ciudad diferente. Una ciudad en donde respirar arte y disfrutar de la buena gastronomía es un todo en uno, y qué mejor que plantear para nuestros viajeros un recorrido por la ciudad desde los ojos de uno de sus artistas de más referencia: Eduardo Chillida.
Una persona que apostó por crear una obra que sirviese de presentación al mundo de quién eras y qué hacías. Un sello de tu lugar de origen, pero que a la vez te vincule con el mundo, sin tener necesidad de renunciar a ser algo global. Es por eso que su obra representa parte de esa esencia para todo aquel viajero que se detenga a contemplarla.
Peine del Viento, parte de su sello
Finalizada en 1976, posiblemente se trate de su obra más conocida y representativa. No sólo por la majestuosidad que transmite colocada estratégicamente en un lugar privilegiado de San Sebastián, sino también porque ha sido la más expuesta al juicio crítico del público y del turista internacional que llega a esta ciudad española con deseos de apreciar el buen arte.
Chillida fue todo un maestro, y su Peine del Viento lo refleja. Era alguien capaz de captar la esencia, de transmitir emociones en acero. Algo complicado –casi imposible- si caemos en la cuenta de que cada escultura que compone esta colección pesa, nada más y nada menos, que 10 toneladas.
En ellas se ha apreciado un guiño a Picasso, Neruda o Allende, quizá como parte de una emoción de una clave que trata de borrar cualquier frontera con el conocimiento y el arte. Eso fue lo que deseó siempre Chillida para sí mismo, y lo ha conseguido gracias a esta obra culmen que vigila el Mar Cantábrico.
Museo exclusivo para investigación
Sin embargo, el contrapunto que tiene recorrer parte de la historia de San Sebastián desde la figura de Eduardo Chillida, es que nos quedaríamos incompletos. ¿Cuál es la razón? Que su principal museo, el que se dedica a difundir y dar a conocer su obra, se centra al estudio y a la investigación.
El público se pierde así un capítulo muy interesante a la hora de viajar desde esta óptica artística. En cualquier caso, siempre nos quedará disfrutar de una fabulosa instantánea y un agradable paseo por el Paseo de Eduardo Chillida. Una forma de disfrutar de la costa guipuzcoana y recordar a un artista único en el mundo entero.