París: ciudad del amor y la luz

Si alguien quiere soñar, debe conocer París. La capital francesa nada tiene que envidiar a sus vecinas, como Toulouse, conocida como la ciudad rosa. Lo cierto es que París es una película en vivo. La ciudad que respira luz y cultura por cada rincón y que deja al visitante con ganas de volver y seguir soñando.

No en vano se trata de una de las ciudades más influyentes del mundo. Por ejemplo, si hablamos de turismo, es una de las más visitadas de Europa cada año. Y es que sus plazas, jardines y monumentos cuentan con ese encanto clásico que nunca pasa de moda.

Torre Eiffel, París
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Emblema parisino

La Torre Eiffel es sin duda el mayor punto de encuentro de París para los turistas. La plaza del Trocadero y los Inválidos son parte de la zona que podremos visitar con sólo acudir a la magnífica construcción de hierro de 300 metros de altura, ideada para ser el emblema parisino en la Exposición Universal de la ciudad en 1889.

Ahora, convertida en mirador, sirve como primera toma de contacto o último destino, para contemplar una vista general de la ciudad de la luz. Un atardecer en donde colores pastel inundan las aceras o un anochecer que ya acoge las primeras luces en las calles.

Sea cual sea la elección, la instantánea que se llevará del momento, seguro que le encantará. Además podrá acudir a ver los Inválidos. Un antiguo complejo arquitectónico que sirvió en su día como residencia militar. Hoy acoge los restos de Napoleón y de su hijo.

Algo más apartado, pero igualmente sorprendente, Montmartre. Un barrio que adquirió fama por sus cabarets, entre los que se encuentra el famoso Mouline Rouge. Además de la basílica del Sagrado Corazón, un templo desde el que observar unas bellas vistas de París. Lo mismo que desde la mítica Catedral de Notre Dame.

Museos que no debe perderse

El Louvre acapara toda la atención si hablamos de museos en París. Sin embargo, su visita, aunque obligada, no debe privarnos de la ocasión de disfrutar de otros dos lugares únicos.

Por un lado el Museo Rodin, en donde encontraremos una muestra de las magníficas esculturas de este artista, integradas incluso en un jardín recogido del centro. Un encuentro con la sensibilidad y con la grandiosidad de estas piezas fácilmente identificables.

El otro es el Museo d’Orsay. Arte impresionista y postimpresionista albergado en una antigua estación de tren. Un recorrido agradable en un lugar único, para disfrutar de buen arte y de mobiliario relacionado con él.