Sin lugar a dudas, Mejorada del Campo es un municipio madrileño, con más de 20.000 habitantes censados, que todo el mundo debería visitar, al menos, una vez en la vida. Se trata de un pueblo en donde podremos descansar, pasear, ver y comer, verdaderas delicias, pero además, cuenta con algo digno de ver: una catedral hecha a base del empeño de un vecino y los donativos de muchos ciudadanos y visitantes.
Esa sería una buena carta de presentación para Mejorada del Campo, situado a unos 20 kilómetros de Madrid y que limita con San Fernando de Henares, Velilla de San Antonio o Rivas-Vaciamadrid. Un municipio que ha vivido su florecimiento desde finales de los años 80.
44 años trabajando por un sueño
Una prueba de constancia y entrega que ha salido en innumerables documentales y también, en anuncios de marcas de refrescos de nombre internacional. Pese a ello, el sueño sigue en curso y aún no ha podido completarse.
Así vive desde hace años el monje Justo Gallego Martínez, que se ocupa de levantar la Catedral de Mejorada del Campo. Un sueño de juventud que, poco a poco y con mucho esfuerzo, ha ido construyendo. No sabemos si llegará a ver su obra terminada, de momento, aunque se reconoce como Catedral no ha sido consagrada como tal por la Diócesis de Alcalá de Henares, municipio al cual le correspondería determinarlo.
Además deberíamos dar un rodeo por la Plaza de Toros, todo un emblema de las fiestas de Mejorada y también parte de su historia; el Parque Miguel Hernández, el pulmón verde que da esparcimiento a sus ciudadanos y turistas en las tardes de verano y la Calle Mayor, en donde poder parar a descansar y tomar algo en alguno de los bares y restaurantes cercanos.
Una zona rica para comer y para conocer
Se trata de una zona que tiene a los ríos Jarama y Henares confluyendo en sus inmediaciones, algo que ha dado fama a la zona de algunas frutas y vegetales, como son los tomates, que son muy reconocidos por su sabor y calidad. Aunque, históricamente la zona es de secano, por lo que lo más comercializado eran cereales y olivares.
Precisamente estos últimos han dado nombre al que, podríamos decir, es uno de sus barrios más característicos: Los Olivos, que en 1970 acogían a muchas familias que buscaban trabajo en la capital a base de recoger olivos. Hoy, integrado con el municipio en sí y, en parte, ya olvidadas sus raíces.